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La batalla de Inglaterra fue una de las batallas aéreas más grandes de la Segunda Guerra Mundial, que duró desde el 9 de julio de 1940 hasta el mayo de 1941. Durante la batalla, La Fuerza Real Aérea luchó contra la poderosa Luftwaffe alemana, que intentaba destruir a la RAF, obtener superioridad aérea, atacar los objetivos militares y civiles británicos y desmoralizar a su población. Todo para que Inglaterra se rindiera y para abrir camino para la Operación León Marino, el nombre clave que los alemanes le pusieron a la invasión de las Islas Británicas. Para poder conseguir estos objetivos, la Luftwaffe necesitaba conseguir superioridad aérea.
Según algunos historiadores, la batalla duró desde el 9 de julio hasta el 31 de octubre de 1940, tiempo en el que se produjeron los ataques más duros en Inglaterra. Otros creen que la batalla finalizó en mayo de 1941, momento en el que la mayor parte de las unidades de la Luftwaffe fueron transferidas para prepararse para la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. En ambos casos, la actividad de la Luftwaffe sobre Inglaterra disminuyó considerablemente para diciembre de 1940, en parte por las adversas condiciones climatológicas.
El fracaso de los planes aéreos alemanes sobre Inglaterra fue la clave para cancelar la invasión, y se consideró el mayor fracaso del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la Operación León Marino nunca fue una opción viable, por la imposibilidad de los barcos de amerizar allí, la escasez de provisiones para las tropas invasivas y la imposibilidad de mantener la fuerza de la Marina Real en el Canal de la Mancha. Quizá la invasión sirvió para amenazar a Inglaterra, pero los británicos no estaban dispuestos a perder la paz y tranquilidad.
Para finales de la batalla, otro país del frente del Eje se unió a Alemania, un pequeño contingente de la Fuerza Aérea Italiana, el Cuerpo Aéreo Italiano, participó en el combate. La batalla de Inglaterra fue la primera batalla de la historia que se decidió principalmente en el aire, sin que hubiera refriegas en tierra. También fue la primera prueba de una doctrina de bombardeos estratégicos desarrollada tras la Primera Guerra Mundial. Alemania no poseía bombarderos estratégicos y era incapaz de llegar a grandes partes del territorio británico. Por ello, muchos aeródromos y zonas industriales no estuvieron en peligro durante el conflicto. Alemania había perdido la batalla estratégica incluso antes de comenzar. La única baza de la Luftwaffe era el efecto psicológico, intentando minar la moral de los efectivos británicos. Sin embargo, el bombardeo de objetivos civiles causó el efecto contrario.
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